No diversifiques... ¡céntrate!
Las personas creativas solemos tener dos problemas recurrentes, se trata del exceso de ideas y del hecho de vivir demasiado en el mundo de las ideas. El exceso de pensamiento analítico es malo, porque nos impide pasar a la acción, nos frena. Nos pasamos demasiado tiempo pensando en cosas que podríamos hacer y demasiado poco materializando lo que tenemos en la cabeza.
Cuando alguien suele tener muchas ideas no tiene que dejarse llevar por el entusiasmo, sino que lo que hay que hacer es empezar a cribar las ideas y ordenarlas de más a menos viables. Pensad que hay que diferenciar entre buenas ideas y buenos negocios. A veces, hay ideas muy buenas que no dan beneficio económico, pero pueden ser muy interesantes desde un punto de vista social. Por el contrario, ideas menos elaboradas pueden resultar ser un gran negocio.
También hay que saber rechazar de entrada las que sean auténticas locuras o no nos aporten nada. La manera de hacer esto es, como ya dije, aplicar el DAFO (Debilidades, Amenazas, Fortalezas y Oportunidades) a las ideas que se nos vayan ocurriendo. Evidentemente, no es manejable estudiarlas todas detalladamente para intentarlas realizar todas, este es un grave error y se llama diversificación.
Navegando entre ideas
Hay dos tipos básicos de diversificación: Dentro de la misma idea y entre ideas. Diversificar dentro de una misma idea se podría explicar como ir añadiendo más y más funcionalidades o características a nuestro producto o servicio, mientras que la diversificación entre ideas significa querer abarcar muchas ideas a la vez.
Estos dos tipos de diversificación se nos pueden ir muy rápido de las manos y llevarnos directamente al fracaso. Si ya es difícil llevar a cabo con éxito una idea, imaginaos varias a la vez... ¡Puede ser una auténtica locura! Diversificar dentro de una misma idea puede llevar a un desarrollo infinito y no queremos esto porque no tenemos recursos infinitos. Lo que necesitamos es salir al mercado lo antes posible (reducir el time to market) con un producto mínimo viable que nos ayude a validar el modelo de negocio que hemos planteado.
La diversificación buena
Sin embargo, hay una forma de diversificación que sí es buena y se trata de diversificar las entradas de flujo de caja (la pasta) que te va a aportar tu idea. Ojo, no hay que confundirla con la diversificación dentro de la idea. La diferencia principal está en que entendemos esta diversificación buena como el hecho de añadir funcionalidades o características que nos aporten más dinero de forma directa, es decir, que sean facturables. Se trata de encontrar o facilitar más vías de ingreso a partir del producto o servicio que ofrecemos, sin que esto nos lleve a una gran inversión de recursos (recordad que estamos en el mundo startup).
En una empresa en la que trabajé, este concepto lo tenían muy claro y cada vez que se planteaba un desarrollo nuevo la pregunta siempre era la misma… ¿Es facturable? Si es así se hace, sino no es prioritario, no vamos a invertir tiempo en algo que no nos va a dar dinero.
Hay que saber decir ¡NO!
Hacer algo que le guste a todo el mundo es imposible y tampoco es lo que buscamos porque sino vamos a volvernos locos. Cuando desarrolláis algo nuevo es muy bueno y necesario tener en cuenta la opinión de las otras personas, sobre todo si van a ser potenciales clientes, porque os van a ayudar a validar vuestra propuesta de valor. No obstante, hay que tener siempre la mente fría y saber hasta dónde podemos llegar, porque sino vamos acabar diversificando demasiado ya que cada uno nos va a pedir algo distinto. No hace mucho un amigo me dijo... “Si le pides consejo a 5 diseñadores te van a proponer 7 soluciones”. De forma similar, tenemos la mítica frase de Henry Ford que dijo… “Si hubiera preguntado a mis clientes qué necesitaban, habrían dicho un caballo mejor”.
Fuente: Eureka - Startups
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